Estamos en tiempo electoral y por andar profesionalmente en la “harina de las opiniones” sobre los próximos comicios electorales, me encuentro ante un guiso cuyos ingredientes me traen el aroma de una comida poco apetecible para la ciudadanía.
Percibo, como tantos otros madrileños, que va a ser éste un menú electoral nada apetecible. Aunque será plato del día «obligado” y, lo peor, sin ingredientes frescos:
– Políticos que no saben cómo hacer su trabajo: dubitativos, enojados, débiles, dependientes de la deriva de otros, … .
– Sistemática corrupción que no es evaluada, sancionada y zanjada.
– Distancia enorme, sentida como una gran brecha insalvable, entre la vida que vivimos los ciudadanos y las proposiciones que nos cuentan los políticos para garantizar la tan ansiada mejora de la calidad de vida.
– Desesperanza por el futuro que se nos plantea desde la mirada de estos políticos que tenemos y que más de uno nos dice que son los que “nos merecemos”.
– Un discurso enmascarado y continuo que taladra nuestra propia capacidad para provocar un cambio real que afecte al rumbo de nuestras vidas.
– Etc., etc., etc.
Y todo aderezado por la creencia de ser la crisis la única responsable de este sentir mayoritario que nos sumerge en sensaciones de ir, lo queramos o no, hacia peor.
Ante ello, tengo un instinto fiero hacia la inhibición, hacia la desimplicación,… hacia ese querer “bajarme del carro” y no acudir a la cita electoral. Y voy forjando la idea de que esta inhibición es más que saludable para seguir con los asuntos que verdaderamente afectan a “mi vida”:
– Despertarme cada mañana con un buen estado de ánimo para tener un día lleno de posibilidades.
– Contribuir con el quehacer cotidiano a mi bienestar, el de los míos y el de –cuanto menos- mi entorno próximo.
– Contemplar la confianza que me produce el saber que somos una especie que cada día es más capaz y que a poco que observemos descubrimos oportunidades de mejora que nos originan nuevos sueños.
– Hacer hueco para espacios y tiempos donde compartir felicidad con los amigos, la familia, los compañeros de trabajo,… sin dejar de prestar atención a los nuevos encuentros con gentes de bien.
– Intercambiar pensamiento para entre muchos transformar con sencillos gestos cotidianos el medio ambiente social, ventilando el corazón para que se oxigene la voluntad y dejar así que aparezca la mejor versión de uno mismo.
… y aún así me planteo, ¿cómo ensamblar mi vida con estas propuestas políticas que poco o nada me sugieren acerca de lo que me ocupa en el día a día?.
… y empiezo a sentir la inquietud que me produce la urna.
… y me pregunto: ¿a quién beneficia mi inhibición?
(Fotografía de Almudena Tapias – febrero de 2011) De la serie «PASEANTES DE ARCO» http://laminipimerroja.blogspot.com