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Apagó el móvil. Y con él, las preocupaciones y el ruido. El viaje en carretera le dibujó una sonrisa al recordar la pericia de su hermano pequeño la noche que “secuestró” a la abuela. ¡Menudo mosqueo se agarró su padre! ¡Su padre!… ¡Qué tipo!
“Mi padre pertenece a esa generación borrada de la historia. Los anteriores, los abuelos de la postguerra, los bisabuelos heroicos… todos habían tenido una especie de protagonismo anónimo. Pero, ¿y la generación de papá? Demasiado jóvenes para la transición y demasiado tardíos para narrar los años más difíciles con autoridad, solo parecían tener cierto criterio para hablar de la Movida, pero mi padre no se pasó los ochenta en Rockola, sino arrastrando la gabardina por las calles de una ciudad que, en aquellos años, tampoco le pertenecía”.
Releyó ese último párrafo. Le gustó la idea, pero no la forma. ¿Para qué seguir intentándolo? El poeta de la familia era su hermano, aunque no lo supiera todavía. Él solo se había propuesto escribir lo que se le pasaba por la cabeza y casi nada le cuadraba. Empezaba, escribía, releía, borraba. Recordaba, hilvanaba, tejía, recitaba y olvidaba. Surgía la chispa, la espoleaba, prendía y la apagaba.
Cerró el ordenador. “Ni una palabra más esta noche. Solo silencio”. Avivó las últimas brasas. Tras los cristales, el campo dormía tranquilo mecido por un viento frío. Las cosas de su abuela, intactas, le transmitían una paz callada, sosiego. Delicadeza. La alacena y sus puntillas, las tazas de filo dorado… Y las fotos: “esa huella imperturbable y lenguaraz del paso del tiempo…
Siempre me ha encantado esta… Camiseta de Naranjito, un vino en la mano y abrazado a su mejor amigo en la calle Alcalá. Dice que salían de ver la corrida del siglo… Solo tenía 18 años. Me lo ha contado mil veces, y cada vez de un modo distinto. Mi padre también se siente a veces una especie de poeta. Y de algún modo quizá lo sea por su amor a la vida, a la alegría y a la belleza. Y por su forma de compartirlo y contagiarlo. Aprender de ti siempre será mi mejor texto, aunque no escribiera jamás ni media palabra.
Diseño: Isabella de Cuppis
Textos: Susana Fuentes
Voz: Marta Garcia