Tempus Sacrum. Saber el camino.

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“Buscaba el atardecer y el atardecer no era”. Le encantaba cambiar esa palabra. De sobra sabía que en los versos de Lorca lo que se buscaba era el amanecer, pero él, en su particular y personalísimo llanto, los adaptaba para sí en una especie de queja no se sabe bien contra qué ni contra quién que lo encerraba en una puesta de sol emocional en la que, por qué no, le gustaba, en cierta manera, recrearse.

Que si su abuelo tal, que si su bisabuelo cual. Que si su padre escribía “cosas hermosas” (según su madre, claro, porque, para él, cosas hermosas las escribía Lorca y las decía su abuela), que si Mónica sacaba mejores notas, que si su hermano ya tenía una hija preciosa “venida de Oriente, como los Reyes Magos, hijo” -le decían-, que si conducía no muy allá…

A ojos de los demás era niño para unas cosas y adulto para otras… ¿Qué era eso de los Reyes Magos a estas alturas de la vida para hablar de su sobrina? ¿Qué significaban aquellas parrafadas en todas las comidas familiares, medio en broma, medio en serio, en las que su padre le decía que tenía que encontrar su camino?

“¡Camino, camino!… Siempre la misma monserga”, pensó mientras se ponía la chupa de cuero y cogía las llaves del coche.

Y buscando aquel atardecer, su palpitante mente y su decidido y arrogante cuerpo fueron a reunirse con la que era la única voz, además de la de su amado Lorca, con la que hallaba una paz en la que guarecerse, un espacio en el que, simplemente, estar y encontrarse: su abuela.

Su rostro de sábana blanca lo inundó de una realidad hasta ahora desconocida: su abuela ya quería dormir sin fin. “Yo te llevaré al rocío, a los musgos y a la hierba”.

Esperó impaciente a que ella arreglase su pelo y cogiera cuatro cosas, acariciando con sus dedos ágiles la llave del coche en el bolsillo de su cazadora. La vio acercarse a él, su cuerpo débil de cristal de plata, y una sonrisa nerviosa que dibujaba en su boca un pétalo de esperanza y alegría. “¿Te sabes el camino, hijo?”. “Sí, abuela, claro que lo sé”.

 

Diseño: Isabella de Cuppis

Textos: Susana Fuentes

Voz: Marta Garcia

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