¿En qué crees?

Morante de la Puebla, matador de toros

En que vivimos la vida dictada por las creencias que asumimos como verdad.

Dos personas con parecidos gustos estéticos, ingresos parejos, el mismo oficio, nivel cultural similar, vecinas del mismo barrio, que llevan a sus hijos a los mismos colegios, -lo que diríamos dos personas de perfil sociológico similar-, pueden percibir a un torero concreto (pongamos Morante de la Puebla) de modos diferentes. Por ejemplo:

  • Una de ellas, que vive en la creencia de que dañar a los animales es indigno de sociedades civilizadas, lo pensará y sentirá como un matarife de animales indefensos. No-Humano por bajeza.
  • Otra, que vive en la creencia de que la tauromaquia simboliza la relación con los propios miedos, le percibirá como un héroe que permanece en la lid cuando su instinto le dice “¡corre!”. No-Humano por elevación.

La realidad en la que ambas personas viven está condicionada por la creencia previa desde donde miran al hecho concreto, en este caso “el torero llamado Morante de la Puebla”.

Por tanto “creer” es un verbo muy poderoso y “¿en qué crees?” una pregunta muy apropiada para tener siempre a mano, porque dime en qué crees y te diré en qué vida vives.

Comprendo porqué las máquinas lo tienen muy difícil para entender el comportamiento humano complejo, ya que para eso necesitan descifrar el mundo de las creencias, que son distintas de las emociones. Una persona antitaurina siente repulsión al contemplar una estocada al volapié en el hoyo de las agujas. Una aficionada a la tauromaquia siente admiración por el matador que protagoniza ese lance con valor y maestría. Las dos personas tienen los mismos receptores sensoriales, las mismas capacidades para experimentar emociones, pero la creencia desde la que contemplan el mismo hecho, la estocada, les determina lo que sienten.

Las creencias se comprenden cuando se escuchan, salen por la palabra. Y se afirman o se cambian con relatos, que son narraciones estructuradas que empaquetan una narrativa, la cual puede llegar a instalar una creencia asumida como verdad.

Narrativa no es lo mismo que narración (aquí uso esta última como sinónimo de relato).

El relato o narración sobre “la fiesta del valor que se celebra en la corrida de toros”, empaqueta la narrativa “el torero es un héroe y la tauromaquia un exorcismo del miedo propio”. Quien hace verdad de esta creencia tiene una probabilidad alta de tener afición (ir a los toros, leer libros, darse de alta en la TV por cable, visitar ganaderías, torear de salón, etc …).

El relato que nos presenta “el circo donde se tortura a seres indefensos”, empaqueta la narrativa “el torero es un matarife y la tauromaquia una ceremonia de la crueldad con los indefensos”. Las personas que comparten esta creencia tienen una alta probabilidad de ser antitaurinas (acudir a manifestaciones, participar en campañas, financiar entidades por la abolición de los festejos taurinos, etc…).

Por eso la investigación social se interesa en este propósito: déjame escuchar en qué crees y te diré en qué vida vives.

Señora Marca: háblame del  relato que construyes con tus dichos y tus hechos, y te diré en qué narrativa vives.

(la pregunta «¿en qué crees?» forma parte del aprendizaje realizado en el Instituto Tramontana junto al profesor José Luis Antúnez y mis compañeros, ellas y ellos)

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