Sobre la natividad digital.

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Nací en 1966, en Madrid. Prácticamente todas las viviendas de la ciudad tenían agua corriente. Soy un nativo del agua corriente en casa.

Mis padres, nacidos en el medio rural de los años 30, iban y venían a la fuente del pueblo para acarrear el agua hasta sus casas. Ellos eran el agua corriente. Cuando ya vivían en la ciudad, y convivían en el hogar con sus hijos … ¿quién crees que hacía un uso más eficiente del agua en casa, ellos o nosotros, sus hijos los nativos del agua corriente?

Te respondo: ellos, sin duda. El avance tecnológico no les alejó de su relación con un recurso tan valioso para la vida. Nosotros gastábamos más agua, especialmente en la ducha. No éramos tan conscientes de su valor.

Respecto a las tecnologías de la información encajo mejor en eso que llaman «inmigrante digital». No llegué a Internet hasta cumplir los 30 años. Me crié en un mundo analógico antes de usar las herramientas digitales. Me pregunto ¿el hecho de no ser nativo digital implica que el uso que hago de la digitalización es menos eficiente, que el de los llamados «nativos digitales»? ¿Es acaso mi «digital performance» de menor calidad? ¿Obtengo menos jugo que, por ejemplo, mis hijos o mis amigos veinteañeros?

¿No estará pasando algo parecido a lo que pasaba con el agua y mis padres? ¿No estaremos viviendo en un derroche de nuestro capital de atención? ¿No será que las herramientas que proveen de «eficiencia multitarea» nos alejan del aprovechamiento en plenitud de las cosas?

O algo más profundo: no sé tú, pero empiezo a estar un poco harto de que los algoritmos decidan por mi, porque para ellos soy una probabilidad y como tal me tratan. Pero, claro, pequeño detalle, yo no soy una probabilidad de mi mismo. Soy una unidad, eso sí, cambiante a cada momento, dinámica, fluyendo. ¿Y esto del fluir cómo lo pilla el algoritmo? Aquí un genial post de mi amigo Fernando Santiago.

Yo entiendo el entusiasmo por el Internet de las Cosas (IoT), y me parece fascinante. Leo lo que escribe Rifkin y digo WOW! Pero el Internet de las Cosas, para las cosas. Cuando las mentes que piensan en los algoritmos nos reducen a la naturaleza de cosa, algo falla de partida.

Por ejemplo, adoro Netflix pero me incomoda su insistencia en las recomendaciones especiales para mi, por ser yo. También quiero explorar, DESCUBRIR y hacerlo por mi mismo.

Me preocupa que, apelando a la eficiencia, nos conduzcan en rebaño a ser una humanidad despojada de búsqueda propia: «usted nunca lo hará mejor que un robot«. Desde esta idea madre se nos invita a ser una humanidad dócilmente amaestrada en la tarea de recoger lo que San Algoritmo nos envía. Una humanidad hecha para esperar.

El mundo analógico nos daba más cancha a lo inesperado. Ahora la información, el conocimiento, el entretenimiento, el comercio, la educación … es eso que sale por las cañerías de la algorítmica.

Estamos perdiendo el contacto con las fuentes. Ojo.

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